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Mi nombre es Elend. Winter. En realidad no, pero prefiero que me conozcáis por ese nombre.
Sí, Elend.
Escribo bastante, a veces para plasmar esas ideas que explotan en mi cabeza como fuegos artificiales;
a veces para simplemente saciar al papel en blanco, y darle vida, forma, y color. Me encantan las galletas. Por eso espero que me dejéis bastantes :) (comentarios)

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Y díjole que quería seso,
más no vigor ni fortaleza.


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Descripción acertada.
domingo, 14 de febrero de 2010 10:01

Su negra y curva figura era difícil de resaltarla entre las demás.

Su pelo, azabache, no aspiraba siquiera hasta sus hombros, se dedicaba a posarse sobre su nuca a descansar. Un gorro rojizo tapaba disimuladamente parte de sus cejas, y de su pelo.

Sus ojos no eran profundos, ni luceros, ni nada. Eran dos gotas que relucían gracias al poder de los espejos que se hallaban delante de ellos. Eran pequeños, y a veces deseosos de llegar a más. Su mirada era cansada, y a veces, bostezaba.

Un rostro lleno de imperfecciones sobre una piel casi marmórea, rescataba de sí mismo el reflejo de una vida joven, y a la vez acabada.

Sus labios, eran finos, y explosivos a la vez, en un rojo que resaltaba sobre aquella blanca piel. Podrida de improverbios, y de terneza inconcebible, su boca era sin duda la parte más peligrosa de todo su ser.

Su nariz no era pequeña, ni perfecta. Era picuda, pero no con demasiada exageración. Resaltaba entre sus afilados ojos, haciéndola parecer un comediante sin gracia.

Sus manos eran recorridas por miles de venas y arterias tétricas que sobresalían en sus muñecas. Éstas no eran delicadas, ni gráciles. En ellas, sus uñas resquebrajadas cortadas por sus incisivos, desbordaban antipatía y opresión.

Casi a veces llevaba la misma vestimenta, rasgada, y ancha de lados, que se dejaba abrigar por una que otra prenda más.
Casi siempre, llevaba una larga bandolera negra que colgaba sobre sus hombros, hasta posarse en su cintura. Ésta estaba decorada por miles de pins y de objetos inútiles para ella.

Sus grandes pasos, apresuraban a sus zapatillas a desgastarse, y a esconderse de nuevo, de la sombra de su silueta.

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