Mi nombre es Elend. Winter. En realidad no, pero prefiero que me conozcáis por ese nombre.
Sí, Elend.
Escribo bastante, a veces para plasmar esas ideas que explotan en mi cabeza como fuegos artificiales;
a veces para simplemente saciar al papel en blanco, y darle vida, forma, y color.
Me encantan las galletas. Por eso espero que me dejéis bastantes :) (comentarios)
Los poemas tontos son esos que hablan de amor diciendo mucho la palabra amor
o los que hablan del atardecer
contando cómo se cae el sol atrás de las colinas.
Los poemas tontos son esos qué dicen “nunca hagas esto”
-o peor aún-
“haz esto porque yo lo digo”
Los poemas tontos son esos que están plagados de palabras vanidosas con sabor a chocolate
y decorados con merengue métrico cosido en hilo persa.
Esos son los poemas tontos,
los que abusan del mar
y de la luna
y de la luz
para no hablar más que del mar
y de la luna
y de la luz.
Los poemas tontos son los que no se divierten en la noche
y se quedan encerrados,
con las velas encendidas
esperando a que las musas aparezcan y les reciten sus ineficientes melodías.
Así son los poemas tontos,
robóticos,
distantes,
rutinarios;
y tan rutinarios que siempre se los encuentra yendo al baño
con ganas de mirarse en los espejos
para vanagloriarse de sus formas.
Los poemas tontos son así,
llenos de unas cositas con letras
que se amotinan, se asustan
se golpean, se confunden
se entrecortan
y van como en un desfile, ciegas,
abalanzándose sobre el universo de sus ombligos,
porque a los poemas tontos
les gusta creerse diferentes,
revolucionarios,
y sobre todo,
capaces de señalar
con el índice estirado, los ojos penetrantes, y las banderas desplegadas
a todos los otros poemas,
que para ellos siempre serán
uno más
de los poemas tontos.